sábado, 8 de agosto de 2009

Enseñanza divertida de la lengua


Parece todo un reto que los maestros y maestras encargados de motivar el aprendizaje de la lengua materna hagan que los y las estudiantes aprendan de manera divertida. Sin embargo, estamos compelidos a que si sea o de lo contrario quedaremos rezagados ante el avance vertiginoso de los medios electrónicos, que con sus ventajas en el uso de la multimedia acaparan la atención estudiantil en la actualidad.

Este reto se ve motivado por la apatía que sienten algunos estudiantes ante la lectura de un texto completo y con una extensión considerable, donde prima el uso de párrafos con cierto nivel de complejidad frente a la competencia que presenta una televisión o un computador con imágenes y sonidos de mayor agrado para el disfrute de la vista y el oído.

Por esa razón básicamente es que estamos llamados a convertir las clases de lengua en un espacio divertido, donde los niños y niñas se sientan y piensen que son protagonistas de un proyecto nuevo donde todo lo que se hace está diseñado con ellos y para ellos. Ya no más la clase rígida de un libro abierto y un o una docente hablando, mientras los chicos y chicas bostezan.

Comencemos por relacionar lo que ya se sabe con el material nuevo, vamos a crear hipótesis de lo que vendrá, vamos a maravillarnos con los aciertos y a motivar nuevas posibilidades de éxitos. Es una manera excelente de iniciar la comprensión de un texto. Ya leído, vamos a convertir esa nueva experiencia en algo gratificante para cada estudiante. Es el momento de hacer arte con las nuevas ideas adquiridas: pintura, literatura, teatro, danza y cuantas acciones sean necesarias para motivar la comprensión y producción de nuevos textos.

No nos quedemos en el mero leer y escribir para mejorar el uso de la lengua. No, vayamos más allá. Vayamos a la búsqueda constante de nuevas experiencias: los juegos de palabras, los crucigramas, la invención de cuentos, poesías, dramas, ensayos, la investigación en Internet, la escenificación de actos formales e informales, la práctica de valores, y sobretodo reconocer los avances de cada uno de ellos en el uso correcto de la lengua, sin dejar de motivar a los más rezagados.